Comentario
CANTO SEXTO
Como se eligiò para esta jornada la persona de don Iuan de Oñate, y del fabor que para ello dio don Luys de Velasco, y de los estorbos que despues tuuo, para impedir sus buenos pensamientos: los quales tuuieron despues consuelo, por ser faborecidos del Conde de Monte Rey, Virrey de nueua España
Llegado auemos gran señor al punto,
Y engolfados en alta mar estamos,
La tierra se ha perdido, y solo resta,
El buen gouierno y cuenta de la naue,
Y porque nada quede en el viaje,
Que no se mida bien, ajuste y pese,
Poned en lo mas alto bien tendida,
La cuidadosa vista atenta y pare,
En aquella pureza, y gran grandeza,
De la diuina essencia soberana,
Y alli echareis de ver patentemente,
Las sendas descubiertas y caminos,
Por donde su deidad alta encumbrada,
Nos haze manifiestas y visibles,
Las poderosas obras de sus manos,
Y mas quando su grande alteza quiere,
Que alguna dellas suba y se lebante,
Con què facilidad alli notamos,
Que los medios que pone simbolizan,
Con los mismos principios y los fines,
Que quiere que sus santas obras tengan,
De aquesto gran señor bien claro exemplo,
Tenemos entre manos, porque auiendo,
Su grande Magestad por tantos siglos,
Tenido aquestas tierras tan ocultas,
Que à ninguno à querido Permitirle,
Que sus secretos serios le descubra,
Auiendose de abrir, notad el como,
Y quienes son aquellos valerosos,
Por cuyos medios viene à desatarse,
Aqueste ñudo ciego que tenemos,
Y estando bien atento y con cuidado,
Aqui echareis de ver con euidencia,
Que fuerça de los Reyes ya passados,
Y de aquellos varones que hemos dicho,
Que aquestas nueuas tierras descubrieron,
Son los que agora bueluen al trabajo,
Cuia verdad nos muestra su grandeza,
Por los antiguos Reyes Mexicanos,
Destos nuevos estados decendientes,
En cuia hija de vnas tres Infantas,
Que el postrero de todos ellos tuuo,
Tuuo otra aquel Marques noble del Valle,
Desta causa primero pretendiente,
Y solo domador del nueuo mundo,
Cuios beneros ricos poderosos,
De poderosa plata descubiertos,
Fueron por aquel Iuanes de Tolosa,
A quien este Marques quiso por hierno,
Dandole Por esposa regalada,
A su querida hija y cara prenda,
Estando en aquel Reyno de Galicia,
Que conquistò con singular esfuerço,
Y gouernò assimismo con prudencia,
Aquel gran General noble famoso,
Que Christoual de Oñate auemos dicho,
Que fue su claro nombre, y también Tio,
De Iuan, y de Vicente de Zaldibar,
El vno General de Chichimecas,
Y el otro Explorador de aquesta entrada,
Y Padre de don Iuan que fue casado,
Con viznieta del Rey, hija que he dicho,
Del buen Marques, de cuio tronco nace,
Don Christoual de Oñate decendiente,
De todos estos Reyes, y no Reyes,
Cuia persona sin tener cabales,
Diez años bien cumplidos van saliendo,
Assi como Anibal varon heroico,
A serbiros señor en la conquista,
De aquestos nueuos Reynos que escriuimos,
En quien vereis al uiuo aqui cifrados,
Todos los nobles Reyes que salieron,
Destas nueuas Regiones, y plantaron,
La gran ciudad de Mexico, y con ellos,
Vereis tambien aquellos valerosos,
Que à fuerça de valor y de trabajos,
Estas remotas tierras pretendieron,
Por cuia justa causa sin tardança,
Assi como las aguas christalinas,
Suelen sin detenerse ni tardarse,
Yrse todas vertiendo y derramando,
Llamadas de su curso Poderoso,
Assi don Iuan sin aguardar mas Plazo,
Llamado de la fuerça y voz de Marte,
Y de la illustre sangre generosa,
De todos sus maiores y passados,
Y destos grandes Reyes que dezimos,
Como el prudente Griego de las armas,
Del valeroso Aquiles pretendia,
Por deuida justicia que alegaua,
Assi dio en Pretender aquesta impresa,
Por el derecho grande que tenia,
A serbiros en ella sin que alguno,
Otro mejor derecho le mostrase,
Y assi escribio el Virrey que se siruiese,
Que pues aquesta impressa no se daua,
Al Capitan Francisco de Vrdinola,
Que à sola su Persona se fiase,
Pues que della sabia y conozia,
Tener aquellas prendas que bastauan,
Para cosa tan graue, y tan Pesada,
Como alli le pedia y suplicaua,
Y como el buen señor no satisfaze,
Al buen comedimiento que le ofrece,
Aquel que à bien serbirle se adelanta,
Si no es (à falta de obras) con palabras,
Razones, y caricias, muy corteses,
Assi el Virrey que bien le conocia,
Luego le respondio como quisiera,
Hazer lo que pedia y suplicaua,
Mas que estauan las cosas de manera,
Que no le era possible se entablasen,
De fuerte cine que pudiesse bien mostrarle,
La fuerça del buen pecho con que estaua,
De darle en todo gusto, y buen despacho,
Mas que el ternia siempre gran memoria,
De aquella que à sus Padres se deuia,
Y de la que à sus deudos y persona,
Era tambien razon que se tuuiesse,
Para todo lo qual ayudaria,
El crecido desseo con que estaua,
De mostrar con las obras la limpieza,
Llaneza y voluntad de sus palabras,
Pues auiendo don Iuan agradecido,
Tan singular merced por muchas cartas,
Como la gratitud continuo engendra,
Mas voluntad y amor en los illustres,
Altos y nobles pechos generosos,
De quien largas mercedes esperamos,
Fue el tiempo, yrebocable discurriendo,
Y qual veloz correo fue llegando,
A las cerradas puertas descuydadas,
Y batiendo à gran priessa fue rompiendo,
El secreto silencio y trujo luego,
Oportuna sazon y coiuntura,
En que el Virrey, resuelto sin estoruo,
Tuuo por bien de darle y encargarle,
Aquesta impressa en veinte y quatro dias,
Del mes de Agosto, y año que contamos,
Mil y quinientos y nouenta y cinco,
Y porque aquesta entrada se hiziesse,
Con la decencia y orden que pedia,
Cosa tan importante, y tan pesada,
Determinò escriuirle y animarle,
En el intento y cansa començada,
Y porque en cosas graues es muy justo,
Si la ocasion lo pide, y lo requiere,
Hazer vuestros Virreyes mas de aquello,
Que vuestra larga mano les permite,
Auisole assimismo con cuidado,
Que aunque era cosa cierta no tenia,
Mano para gastar vuestro tesoro,
Ni para dispensar en cosa alguna,
Mas de lo que la cedula dezia,
En razon de aquellos que apetecen,
A descubrir la tierra y conquistarla,
Que estuuiesse certissimo haria,
En todas ocasiones tanto efecto,
Por solo darle gusto y agradarle,
Quanto si de su hijo don Francisco,
Todas fuessen y mucho le importasen,
Y esto porque sabia y alcançaua,
Los auian de merecer sus buenas obras,
A las quales también aplicaria,
Todas aquellas armas y pertrechos,
De aquellos que se entraron contra vando,
Para cuyo socorro le daria,
La poluora y el plomo necessario,
Y mas cuatro mil pesos con que luego,
Pudiesse socorrer à los soldados,
Pidiendole con esto diesse cuenta,
De todo lo que assi quiso escreuirle,
A Rodrigo del Rio cauallero,
Del habito del gran patron de España,
Y que junto con el lo confiriese,
Con don Diego Fernandez de Velasco,
Gouernador del Reyno de Vizcaia,
A los quales mandò que diesse parte,
Por las illustres prendas que alcançauan,
Assi en cosas de paz como de guerra,
Para que con pudencia le aduirtiesen,
Cosas que por ventura no alcançase,
Y porque tanto pierde y se desdora,
La que es buena y cortes correspondencia,
Quanto vemos que tiene de tardança,
Don Iuan sin detenerse ni tardarse,
Obedecio la carta, y esto hizo,
Ante escriuano publico rindiendo,
Su vida, su persona, y su hazienda,
A vuestro Real seruicio sin que cosa,
Quedase reseruada que no fuesse,
En sola aquesta causa dispensada,
Y luego embio poder à don Fernando,
A don Christoual, y à Luys Nuñez Perez,
Tambien à don Alonso sus hermanos,
Todos varones ricos, y con esto,
Gallardos cortesanos, y muy diestros,
Para estas y otras cosas señaladas,
Estos capitularon la jornada,
Faborecidos siempre y amparados,
De aquellos dos doctissimos varones,
Santiago del Riego, y Maldonado,
Columnas del Audiencia, y del derecho,
Cibil, muy grandes y altos obseruantes,
Tambien los fuertes hombros arrimaron,
Con todas sus haziendas y personas,
Christoual de Zaldibar, y Francisco,
De Zaldibar, Lequetio, y don Antonio,
De Figueroa, à quien tambien siguieron,
Vicente de Zaldibar y Bañuelos,
Ruidiaz de Mendoza, y con este,
Don Iuan Cortes, del gran Cortes viznieto,
Y don Iuan de Gueuara, à quien seguia,
También Iuan de Zaldibar hijo illustre,
De aquel varon famoso que primero,
Entrò por estas tierras que buscamos,
Al fin prendas los màs de aquestos Heroes,
De Iuanes de Tolosa cuios braços,
Fundaron con esfuerço y lebantaron,
La famosa Ciudad de Zacatecas,
Y aquel infigne Salas memorable,
Primero Alcalde desta Ciudad rica,
Rica digo señor, pues cien millones,
Sabemos ya por cuenta se han quintado,
Dentro de sus goteras no cansadas,
De abrir sus ricas venas por seruiros,
Y qual feroz Leon que la braueza,
Rinde al que ve rendido sin soberuia,
Assi don Iuan pidio que solo vn punto,
Pidiesen de su parte, y no otra cosa,
Y fue que se le diese mano abierta,
Para poder hazer castigo entero,
O para perdonar si conuiniese,
Aquellos que se fueron contra vando,
Porque seria possible auer tenido,
Tan noble proceder que fuesse justo,
Que à todos con las vidas los dexassen,
Pues como sus agentes con acuerdo,
Vbiessen esta entrada ya assentado,
Sin perder tiempo el General prudente,
Cuyo titulo graue acompañaua,
El de Gouernador, y adelantado,
Hizo Maese de Campo sin tardança,
A don Iuan de Zaldibar, y à Iuan Guerra,
Nombrò por su teniente, y luego puso,
Sobre sus brauos hombros el gran peso,
Gouierno y magestad de todo el campo,
Y porque en todo vbiesse buen despacho,
También quiso nombrar por su teniente,
A don Christoual para todo aquello,
Que fuesse necessario se hiziesse,
En la illustre Corte Mexicana,
Y al Capitan Vicente de Zaldibar,
Por Sargento mayor nombrò, y por cabo,
Y qual suelen las Aguilas Reales,
Que à los tiernos polluelos de su nido,
Largo trecho los sacan y remontan,
Para que con esfuerço cobren fuerças,
En el libiano buelo, y del se balgan,
En prouechosa y diestra alteneria,
Assi determinò don Iuan saliese,
Su hijo don Christoual, niño tierno,
Para que con el fuesse y se adestrase,
Sirbiendoos gran señor en el oficio,
De la importante guerra trabajosa,
Siendo testigo fiel de sus palabras,
Para que con las obras que alli viese,
Le tuuiesse despues en bien serbiros,
Por vnico dechado, y claro exemplo,
Imitando en aquesto al diestro Vlixes,
Quando del regalado y blando trato,
Que tuuo entre las damas y donzellas,
En el Real palacio el brauo Achiles,
Que del quiso sacarle porque supo,
Lo mucho que importaua à toda Grecia,
Assi quiso que del regalo dulze,
De su querida patria, y deudos caros,
Saliese para impressa en si tan alta,
Y como en grandes justas y torneos,
Todo se enciende, alegra, y alborota,
Triunfa, gasta, derrama, y se dispende,
Assi muchos gustosos y contentos,
Con toda priesa junto se aprestaron,
Y no con mas presteza las auejas,
Al sol en sus labores suelen verse,
En la sazon que sacan sus enjambres,
Por los floridos campos quando empieça,
El nueuo Abril su fuerça, o quando hinchen,
De aquel licor sabroso y regalado,
Los bien compuestos vassos que ordenados,
Estan para el efecto, y assi juntas,
Las vnas à las otras se socorren,
Qual vimos los soldados socorrerse,
Los vnos à los otros, y aprestarse,
Y heruerosos todos y alentados,
Gastando sus haziendas se assentaron,
A professar el vso y exercicio,
Del gallardo estandarte que arbolaron,
Echaron luego vandos y contentos,
Por las calles mas publicas y plaças,
Pregonaron aquellas libertades,
Que concedeis señor à los que os siruen,
En el oficio duro de las armas,
Tocaronse clarines lebantados,
Los pifanos y cajas con vizarro,
Estrepitu y ruido de soldados,
Brauos, dispuestos, nobles, y animosos,
Y en prueuas de la guerra bien cursados,
Pues estando ya todos preuenidos,
Y con maduro acuerdo pertrechados,
Rabiando por salir y despacharse,
Como à los gustos siempre se les sigue,
Vn millon de disgustos y tormentos,
Llegò señor la flota, y como en ella,
Mandò vuestro gran Padre y señor nuestro,
Que don Luys de Velasco se partiese,
Y que al Piru se fuesse, y que quedase,
Gouernando el señor de Viloa y Bietma,
Conde de Monte Rey à nueua España,
Como la torpe inuidia siempre busca,
Veredas y ocasiones donde pueda
Bomitar su mortifera ponçoña,
Con la sola esta mudança fue rompiendo,
Y al nueuo Visorrey se fue acercando,
Y qual el tentador que con cubierta,
De grande santidad solo atendia,
A salir con su causa, y con su hecho,
Assi se fue llegando aquesta bestia,
Haziendo relación de nuestra entrada,
Y como toda estaua encomendada,
Siendo de tanta alteza y excelencia,
A quien era impossible la hiziesse,
Y supole intimar tambien el caso,
Que le dexò suspenso, y con cuydado,
Y como el pecho noble tanto es facil,
Quanto es mas reboçado el trato doble,
Desseoso el Virrey de bien seruiros,
A don Luys de Velasco escriuio luego,
Vna carta Cortes, sobre este caso,
Pidiendo que con pies de plomo fuesse,
Y que esta nueua entrada dilatase,
En el inter que à Mexico viniesse,
Y con esto escriuio tambien a España,
Con notable secreto y gran recato,
A vuestro Real Consejo que si fuessen,
De parte de don Iuan à que aprouasen,
Aqueste assiento y causa ya tratada,
Se suspendiese todo y dilatase
Hasta que èl de otra cosa diesse auiso,
Porque por no tener tomado el pulso,
Ni tentado los vados desta tierra,
De presente juzgaua conuenia,
Que aquello se hiziese, y no otra cosa,
Y como no nos basta tener limpia,
El alma, y la conciencia, si con esto,
Con toda diligencia no se quitan,
Indicios y sospechas que lebantan,
Escandalos y culpas en aquellos,
Que libres desde afuera nos imputan,
Assi qual Iulio Cesar que no quiso,
Sufrir, tuuiesse culpa su consorte,
Mas libre de sospecha quiso fuesse,
Assi, el Virrey discreto tracendiendo,
Como prudente, sabio, y recatado,
Alguna gran calunnia por la carta,
Que recibio del Conde, luego hizo,
Qual pratico piloto recatado,
Que las tendidas velas assegura,
Antes que los assalte gran borrasca,
Vna fuerte prouança tan bastante,
Acerca de los Padres y los deudos,
Persona, discrecion, prendas, y partes,
Del don Iuan, que ninguno en nueua España,
Pudo con mas justicia competirle,
Aquesta noble impressa que le dieron,
Pues en el inter que los dos Virreyes,
Pudieron ventilar aqueste hecho,
Qual fresca flor que luego se marchita,
Sin el deuido riego que la enciende,
Assi se fue secando y marchitando,
Todo el luzido campo lebantado,
Caiendo del buen nombre que tenia,
Y como el vulgo es siempre tan amigo,
De nouedad confussa y alboroto,
Alborotados juntos en corrillos,
Dezian y afirmauan sin verguença,
Aquesto que la inuidia vil infame,
A todos publicaua y les dezia,
Dios no libre señor de aquesta sierpe,
Cuia fiera braueza es cosa cierta,
No tiene rayo el Cielo que assi rompa,
Destruia, desbarate, ni destroçe,
La fuerça de virtud qual es su lengua,
Esta causò la muerte al que primero,
Partio de aquesta vida trabajosa,
Esta hizo que el hombre no tuuiesse,
Segura su conciencia y se saluase,
Esta poblò el infierno, y fue primera,
En despoblar el Cielo, y tuuo aliento,
Para atreuerse à Dios, mirad que tiro,
Y à quantos derribò que ya los vimos,
Sobre el impireo Cielo colocados,
Viendo pues los soldados que arratrauan,
Tan altos pensamientos por el suelo,
Por solo deshazer aquesta entrada,
Y que estauan ya todos tan gastados,
Deshechas sus haziendas y negocios,
En que estauan de assiento entretenidos,
Afligidos los vnos y lo otros,
Qual vemos à los flacos nauichuelos,
De gran fuerça de vientos combatidos,
Cortar apriesa rizas, y rendirse,
A la inclemencia braua poderosa,
Assi todos perdidos zozobrados,
Estauan sin consuelo ya rendidos,
Mas el Gouernador y su teniente,
Como esforçados viendo la tormenta,
Y deshecha borrasca que cargaua,
Con tantos desatinos y juicios,
Como la gente toda concebia,
Diziendo que no auiendo de hazerse,
Aquella entrada, que porque respecto,
A todos los auian engañado,
Otros à grandes bozes publicauan,
Que assolados à todos los tenian,
Sin poder lebantar jamas cabeça,
Y como aquesto mucho lastimaua,
Quales diestros bridones desembueltos,
Que à fuerça de la espuela y duro freno,
En manijos ligeros la braueça,
Assi el Gouernador y su teniente,
Cuias suabes lenguas parecian,
Que las mismas auejas endulzauan,
Segun que con Platon, y el fabio Omero,
Es publico y notorio lo hizieron,
Assi con mucha fuerça de razones,
Dulzes palabras, y sentencias viuas,
Los fueron gouernando y sossegando,
Hasta que vino nueua que se auian,
Visto los dos Virreyes en Oculma,
En cuyo puesto fue informando luego,
Don Luys de Velasco con auiso,
De la buena eleccion que auia hecho,
Y viendo manifiesto el desengaño,
Qual suelen apagarse y deshazerse,
Los lebantados Astros que bañados,
Se ven del sol heridos quando viene,
Rasgando la mañana alegre y clara,
Assi el de Monte Rey quedò suspenso,
Del todo satisfecho y agradado,
Al qual don Iuan auia con prudencia,
Escritole vna carta cortesana,
Dandole el para bien de su venida,
Y como la gran priesa que tenia,
En el despacho desta nueua entrada,
Cerraba los caminos que era justo,
Estuuiesse auiertos y trillados,
Para solo ofrecerse en su seruicio,
Partiendo sin tardança y luego fuera,
Sino dexara sin remedio aquello,
Que con tan viua fuerça le pedia,
Suplicole assimismo que si fuesse,
Su persona de efecto para el caso,
Que le tenian dado y encargado,
Que sin su bendicion no permitiese,
Que cosa se hiziesse, ni acabase,
Con esto, y con la fuerça que pusieron,
Aquellos dos Iuezes que hecmos dicho,
Y todos, los agentes cuidadosos,
Con notable contento luego el Conde,
A don Iuan respondio con vn correo,
Mostrandosele grato y obligado,
Al parabien que dio de su venida,
Y voluntad senzilla que mostraua,
Tener à su persona y à sus cosas,
Y que en lo tocaua à sus despachos,
Auia ya mostrado sentimiento,
De que no los tuuiesse despachados,
Don Luys de Velasco pues podia,
Como ministro de tan gran prudencia,
Y también acertado en cosas graues,
Por cuia justa causa le era fuerça,
Aprouar todo aquello que estuuiesse,
Tratado, y assentado, sin que cosa,
En ninguna manera se alterase,
Y assi determinaua, y le ordenaua,
Que con la vendicion de Dios y suia,
Saliesse sin estorbo, y se partiesse,
Ofreciendo con veras de assistirle,
Sin faltarle jamas en todo aquello,
Que para proseguir tan justo intento,
La experiencia y el tiempo le enseñasen,
Y porque pueda yo dezir las cosas,
Que à tan buenos principios sucedieron,
Quiero con atencion buscar vereda,
Por do mi tosca pluma por atajo,
Pueda salir à luz de tal trabajo,